Tanto en verano como en invierno, el calor puede convertirse en un factor de riesgo a la hora de conducir. En invierno, un sistema de calefacción funcionando intensamente, con una temperatura muy alta, puede ocasionar un ambiente cargado, muy poco saludable. En verano puede suceder igual si no se usa adecuadamente el sistema de climatización para refrigerar el habitáculo.
Con calor, cuando la temperatura supera los 24-25 grados en la cabina, se produce una disminución de la atención y la concentración, además de que se incrementa el tiempo de reacción ante imprevistos en la carretera. Por ello, es aconsejable atemperar el habitáculo y conducir a una temperatura de confort, entre 19 y 24 grados, a elección personal.
Si es posible, sobre todo en viajes largos, se ha de intentar evitar las horas centrales del día en verano, las de mayor calor. También es recomendable, para no favorecer la sensación de agobio o exceso de temperatura, conducir con prendas de vestir de tejidos ligeros, que permitan la transpiración y la ventilación, además de aportar comodidad a la hora de realizar movimientos.
Hoy día prácticamente todos los vehículos cuentan con aire acondicionado, un elemento básico de confort. Sin embargo, algunos con ciertos años de vida no disponen de este sistema. En ese caso, se ha de ventilar con mayor frecuencia y será casi obligatorio el uso de prendas de vestir muy ligeras, que no den excesivo calor. Cuanto más confort se tenga al volante, más seguro se viajará.